miércoles, 5 de febrero de 2014

Un elogio del caminar.

Caminar. Una actividad verdaderamente en extinción para todos nosotros, excepto para los que la practican como una forma de rebelión y protesta por la omnipresencia de autobuses, metro y automoviles. Si caminas por el entorno de tu sitio de trabajo siempre te llevas sorpresas: hay muchos árboles en la ciudad, basura inimaginable, puestos en la calle, animales, indigentes; vas con tu existencia, y surge un estado de ánimo particular: tu mente reaviva recuerdos como en un aleph, el cerebro hace mil conexiones simbólicas, olores, sabores, odios, amores, te llegan en marejadas. Al suspender la caminata quedas prendido, conforme, con la sensación de que haz hecho algo por tu salud. Al menos caminar tres mil pasos diarios, es útil para el sistema cardiovascular, contra la obesidad y la diabetes. Puedes un día caminar hacia la recaudería, al mercado más lejano, recorrer tus rumbos, ir al súper comparar algo que puedas transportar en una bolsa y emprender el camino de regreso a casa.
Nuestro diseño genético de Neanderthales nos pide caminar, es algo consustancial a nuestro fenotipo, hagámoslo. Lo mejor es cuando hay día soleado, no te duele nada, dispones de una hora libre para la caminata, en tu mente elaboras proyectos, te escuchas pensar con tus palabras, sientes a veces que eres un poco desconocido para ti mismo. En fin que utilizo el caminar como una forma de autoconocimiento. Mejor si cantas, silbas, das una moneda al drogato, a la señora de ochenta años que te extiende la mano, si ves en el cielo a los gorriones anarquistas escandalosos, si sorprendes en los jardines esas aves negras, elegantes, siniestra, silentes que traen plumaje de coleta y sientes que los perros te ven y como te están pidiendo algo. Siempre ves mujeres bellas en la ciudad, a todas horas, también, tipos curiosos, inusitados; y de reojo dentro de los comercios, puedes pillar un vaso, una copa, un plato, una perchera, un sombrero, un libro que puedes necesitar y a precios amables; además al paso, un jugo de naranja, mandarina y toronja que ahí mismo te preparan; y por allá, no faltan quesadillas de cuitlacoche y hay que aprovechar: recuerda que es una lata disfrutarlo: sufres para encontrarlo, necesitas aceite de oliva, trozos de ajo, cebolla morada, chiles serranos y te van a faltar unas hierbas secretas que sólo yo consigo. Me veo al espejo y me sonríe un anciano caminador apacible que se congratula, cavilando que hoy caminó, y a quien le dice gracias su corazón revitalizado.

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